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URJCImagen en alta resolución. Este enlace se abrirá mediante lightbox, puede haber un cambio de contextoURJCEl Móstoles URJC vivió una mañana para olvidar en Boadilla. Si la visita al Inter ya se preveía complicada, Cortés Romero contribuyó a que el muro se convirtiera en inexpugnable. Sería injusto achacar toda la culpa de la derrota al colegiado, porque los locales mantuvieron su buena línea de las últimas jornadas -al menos hasta que se acabó la historia competitiva del partido-, pero el colegiado condicionó mucho el partido. En un partido que no fue nada bronco, el resultado en tarjetas a los jugadores de campo (0-11) estuvo demasiado desequilibrado.

Competitivamente, el encuentro duró 42 minutos, lo que tardaron dos jugadores del Móstoles en ser expulsados. A partir de ahí, el once contra nueve, con un Inter que sabe manejar las situaciones de partido, tuvo poca historia. Quizá los locales pueden lamentarse de no haber hecho más sangre ante un rival que puede acabar siendo muy directo y ese 2-0 puede antojarse escaso a final de temporada.

El encuentro comenzó con dominio el Inter. Rivero avisó con una internada en el minuto 3 y en el nueve llegó la ocasión más clara, cuando Pina no acertó a rematar un córner sacado por Tello cuando estaba casi agarrado al palo. Los visitantes respondieron con un lanzamiento de Ian que se marchó desviado.

El sino del partido comenzó a cambiar en el minuto 23. Una falta sacada por Herrero fue interceptada con el brazo por Ian, lo que se tradujo en penalti y amarilla para el delantero azulón. Herrero, desde los 11 metros, no perdonó.

El Inter manejaba el encuentro y apenas pasaba apuros en su portería ante un Móstoles que era un quiero y no puedo. No acababa de encontrarse cómodo y le costaba conectar con sus dos delanteros. El punto de inflexión definitivo llegó al filo del descanso. Primero, Sardi vio la segunda amarilla en una falta en la que Andrés tuvo que estirarse para evitar el tanto de Herrero. Dos minutos después, en un balón dividido, Ian también veía la segunda. Con 1-0 y dos menos, los mostoleños se iban al vestuario.

Juanvi movió el banquillo. Puso a De Pedro y a Cañas para tener piernas frescas en la banda y mantener el orden por dentro. La idea era clara: mantenerse replegados, hacer el menor esfuerzo posible y tratar de ganar alguna en una contra. El partido se convirtió en balonmano. El Inter tenía el balón y el Móstoles se cerraba cerca de su área. Los primeros se pasaban el balón con demasiada lentitud y los segundos apenas podían echar alguna carrera, pero sin mucho éxito y siempre lejos de la portería rival.

Sólo Rivero, en una acción individual, rompió el orden local y superó a Andrés con un tiro lejano. El gol, con celebración polémica incluida, acabó con un cruce de gritos entre ambos equipos que supuso la expulsión en el banquillo del visitante Lozano. Ahí sí que definitivamente acabó el partido. El Inter no hizo sangre y el Móstoles bajó los brazos y dio por bueno el 2-0 mientras pensaba ya en no tener más bajas de cara al próximo partido.